Lejos quedan las representaciones de antaño que buscaban reflejar, de la manera más realista, los pesares y alegrías de las masas. La literatura, la televisión y el cine se encargan hoy de entregar una imagen de espectáculo más que la verdad cotidiana. Se habla entonces que las imágenes son elegidas con fines de legitimación política.
Según el tradicionalismo, la identidad cultural esta conformada de forma principal por el patrimonio. Para hablar de patrimonio, es necesario dar a conocer dos movimientos de suma importancia; ocupación de un territorio delimitado claramente y la formación de colecciones. Pero se hace necesario empezar del principio. Identidad, en su acepción más adecuada para esta situación, según el diccionario de la Real Academia De La Lengua Española, por Internet, se define como: “ Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás.” Entonces podemos decir que tener identidad es tener, valga la redundancia, un país, una ciudad o simplemente un barrio. Un lugar donde el actuar de todos sea o intente ser idéntico. En estas tierras, la identidad queda al descubierto y presente en todos lados, se celebra en fiestas y se dramatiza en rituales cotidianos, se dice que la identidad se pone en escena. Cuando se tiene una relación natural con la tierra, por ejemplo si se nace en ellas, la identidad resulta ser algo indudable.
Los que se encuentran, definitivamente, ajenos a estas tierras y rituales, son considerados como el resto, o sea, los otros; con sus costumbres y lugares propios.
La identidad, aunque sea de momentos lugares o gente pasada, siempre encuentra su espacio. La forma que encuentra, o que le han dado para estar en todas partes hoy, es a través de monumentos y museos. Los monumentos representa, por lo general, la iconografía fundadora y se encuentran en plazas o lugares públicos, sitios de “nadie” y a la ves de todos (pensando en todos como el conjunto que habita los que habitan en las cercanías). Allí se conservan, sin duda, los modelos de la identidad pura.
“(...) lugares donde se reproduce el sentido que encontramos al vivir juntos.” Dice García Canclini de los museos y monumentos. Los tradicionalistas han tenido una labor protectora y resguardadora frente a la indiferencia de algunos sectores, los agentes modernizadores y factores externos, que han encontrado en los bienes culturales un espacio propicio para desarrollarse. Para esto, se democratizo el acceso y uso de las piezas de historia. Más allá de solo cuidar estos bienes, con estas acciones “protectoras” se busca la difusión o un campaña para culturizar , en escuelas y museos , las irreconciliables tradiciones de clases y etnias.
Los tradicionalistas (liberales), a pesar de tener una carácter mas democratizado que el autoritarismos conservador, evitan que el patrimonio acuse. Así lo propone Canclini en el capitulo; Para que sirven los ritos: identidad y discriminación de su libro Culturas híbridas: “Disimula que los monumentos y museos son, con frecuencia, testimonios de la dominación más que la apropiación justa y solidaria del espacio territorial y del tiempos histórico.” Existen pueblos invasores, que no se enorgullecen por su condición como tal, o al menos eso intentan aparentar ya que a pesar de esto, ocultan la heterogeneidad y divisiones de los hombres representados. Pensando el rito como una “costumbre o ceremonia”, definición del diccionario de la Real Academia Española, podemos decir que se le dio un uso incluso armamentista, como dispositivo de neutralización, capaz de reproducir autoritariamente el orden y las diferencias sociales. El rito se distingue de otras prácticas porque no se discute, no se cambia, y en ningún caso se cumple a medias. Si se cumple, uno da la prueba de lealtad y de pertenencia a una comunidad o transgrede y se queda definitivamente excluido de la comunión.
Ritos políticos y culturales ¿Sagrados?, si tenemos claro los componentes de lo sagrado; lo que sobrepasa la comprensión del hombre, y menos tiene la cualidad de cambiarlo o evitarlo. Los ritos políticos y culturales, al ser de orden social inmodificable, es que toman este matiz sobrehumano.
Es importante destacar que existen museos, como el Museo de Tamayo, que ritualizan el patrimonio organizando los hechos por referencia a un orden trascendente, esto hace que el material que sea exhibido y reorganizado en función de un sistema conceptual ajeno.
Bourdieu fue uno de los autores destacados en esta materia por Canclini, ya que tenia una visión laica del ritual, cuestionándose siempre en relaciona su función social. Para Bourdieu, el rito tiene un carácter de legitimización, instituye la eterna división entre quieres participan y quienes quedan fuera de la sociedad. Esto, la barrera divisora de incluido y excluido, se “naturaliza” de forma imponente cuando sucede en las culturas tradicionales. El ritual sanciona, en un mundo simbólico, las distinciones establecidas por desigualdades sociales.
Lo esencial a destacar es que sin importar la identidad, es la cualidad de ésta como tal lo importante. No hay que negarse a las raíces y tradiciones, si no comportarse como un buen heredero. Capaz de comprender que lo que se tiene es un regalo, un “don”. Debemos saber disfrutar de la música, el arte y los museos. Lo único prohibido es renegar mis orígenes, y menos desertar de mi destino, sentencia el tradicionalismo.
Informacion: Citas del libro "Culturas híbridas" de Néstor G. Canclini. También se cito el diccionario de la Real Academia Española Online. www.rae.es
Según el tradicionalismo, la identidad cultural esta conformada de forma principal por el patrimonio. Para hablar de patrimonio, es necesario dar a conocer dos movimientos de suma importancia; ocupación de un territorio delimitado claramente y la formación de colecciones. Pero se hace necesario empezar del principio. Identidad, en su acepción más adecuada para esta situación, según el diccionario de la Real Academia De La Lengua Española, por Internet, se define como: “ Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás.” Entonces podemos decir que tener identidad es tener, valga la redundancia, un país, una ciudad o simplemente un barrio. Un lugar donde el actuar de todos sea o intente ser idéntico. En estas tierras, la identidad queda al descubierto y presente en todos lados, se celebra en fiestas y se dramatiza en rituales cotidianos, se dice que la identidad se pone en escena. Cuando se tiene una relación natural con la tierra, por ejemplo si se nace en ellas, la identidad resulta ser algo indudable.
Los que se encuentran, definitivamente, ajenos a estas tierras y rituales, son considerados como el resto, o sea, los otros; con sus costumbres y lugares propios.
La identidad, aunque sea de momentos lugares o gente pasada, siempre encuentra su espacio. La forma que encuentra, o que le han dado para estar en todas partes hoy, es a través de monumentos y museos. Los monumentos representa, por lo general, la iconografía fundadora y se encuentran en plazas o lugares públicos, sitios de “nadie” y a la ves de todos (pensando en todos como el conjunto que habita los que habitan en las cercanías). Allí se conservan, sin duda, los modelos de la identidad pura.
“(...) lugares donde se reproduce el sentido que encontramos al vivir juntos.” Dice García Canclini de los museos y monumentos. Los tradicionalistas han tenido una labor protectora y resguardadora frente a la indiferencia de algunos sectores, los agentes modernizadores y factores externos, que han encontrado en los bienes culturales un espacio propicio para desarrollarse. Para esto, se democratizo el acceso y uso de las piezas de historia. Más allá de solo cuidar estos bienes, con estas acciones “protectoras” se busca la difusión o un campaña para culturizar , en escuelas y museos , las irreconciliables tradiciones de clases y etnias.
Los tradicionalistas (liberales), a pesar de tener una carácter mas democratizado que el autoritarismos conservador, evitan que el patrimonio acuse. Así lo propone Canclini en el capitulo; Para que sirven los ritos: identidad y discriminación de su libro Culturas híbridas: “Disimula que los monumentos y museos son, con frecuencia, testimonios de la dominación más que la apropiación justa y solidaria del espacio territorial y del tiempos histórico.” Existen pueblos invasores, que no se enorgullecen por su condición como tal, o al menos eso intentan aparentar ya que a pesar de esto, ocultan la heterogeneidad y divisiones de los hombres representados. Pensando el rito como una “costumbre o ceremonia”, definición del diccionario de la Real Academia Española, podemos decir que se le dio un uso incluso armamentista, como dispositivo de neutralización, capaz de reproducir autoritariamente el orden y las diferencias sociales. El rito se distingue de otras prácticas porque no se discute, no se cambia, y en ningún caso se cumple a medias. Si se cumple, uno da la prueba de lealtad y de pertenencia a una comunidad o transgrede y se queda definitivamente excluido de la comunión.
Ritos políticos y culturales ¿Sagrados?, si tenemos claro los componentes de lo sagrado; lo que sobrepasa la comprensión del hombre, y menos tiene la cualidad de cambiarlo o evitarlo. Los ritos políticos y culturales, al ser de orden social inmodificable, es que toman este matiz sobrehumano.
Es importante destacar que existen museos, como el Museo de Tamayo, que ritualizan el patrimonio organizando los hechos por referencia a un orden trascendente, esto hace que el material que sea exhibido y reorganizado en función de un sistema conceptual ajeno.
Bourdieu fue uno de los autores destacados en esta materia por Canclini, ya que tenia una visión laica del ritual, cuestionándose siempre en relaciona su función social. Para Bourdieu, el rito tiene un carácter de legitimización, instituye la eterna división entre quieres participan y quienes quedan fuera de la sociedad. Esto, la barrera divisora de incluido y excluido, se “naturaliza” de forma imponente cuando sucede en las culturas tradicionales. El ritual sanciona, en un mundo simbólico, las distinciones establecidas por desigualdades sociales.
Lo esencial a destacar es que sin importar la identidad, es la cualidad de ésta como tal lo importante. No hay que negarse a las raíces y tradiciones, si no comportarse como un buen heredero. Capaz de comprender que lo que se tiene es un regalo, un “don”. Debemos saber disfrutar de la música, el arte y los museos. Lo único prohibido es renegar mis orígenes, y menos desertar de mi destino, sentencia el tradicionalismo.
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